jueves, 29 de enero de 2009

El que se fue a Sevilla perdió su silla... O no

De todas las situaciones irreales que vivo cada día en mí lugar de trabajo, el de hoy ya me ha rematado.

Primero que por las noches, desconozco el motivo, bueno, no, no lo desconozco, no tenemos calefacción en todo el edificio. Cuando vamos al baño se nos pela el culo de frío y se nos congela el tracto urinario.
En todos los baños hay un pequeño radiador, pero claro, gasta, entonces solo se enciende durante el día y solo en diario; los días festivos y fines de semana no hay derecho al calor.

Segundo, cuando uno termina de mear o de cagar, pues procedemos a lavarnos las manos. Yo no. Ya paso suficiente frío sin calefacción como para tener que lavarme, encima en pleno invierno, con agua fría, sumamente fría, helada, cojones.
Pasa lo mismo que con la calefacción, por las noches, fines de semana y festivos, no hay derecho a agua caliente.
Por cierto, por si alguien lee esto, que no me lave las manos con jabón y agua cuando he terminado de "hablar con roca", no significa que no me las limpie. Poseo unas toallitas estupendas y que huelen muy bien.

Lo que me ha dejado estupefacta esta mañana, a eso de las siete más o menos, que un personaje que trabaja actualizando información (por suerte, en una mesa muuucho más alejada de donde los operadores nos sentamos) se ha puesto a dar vueltas por todo el departamento y diciendo a todo pulmón que estaría trabajando si no fuera porque le quitan la silla. ¿¿??.
Ese personaje, y es sabido por todo el departamento, no está muy bien de la "azotea".
No entendía ese empeño por encontrar su silla, ¡si es que son todas iguales!. Bueeeno, hay 3 sillas que se diferencian porque no tienen reposa brazos.
Total, que mientras el individuo seguía gruñendo en busca de su silla, mis coordinadores me han dicho en voz baja -estas tú sentada en ella- con risa burlona, porque sabíamos que si se daba cuenta, todavía no sabía el como, me la iba a quitar.
Efectivamente, así ha sido. Dirigiéndose hacía mí en tono agresivo... -La tienes tú, esa es mi silla- . ¡Coño!. ¿Y donde pone que sea propiedad tuya? -le pregunté. Abajo, aquí abajo lo pone (no lo he visto). Así que me ha dicho que la quería, que era suya y se la llevaba y por no discutir con un individuo que es más bien un cenutrio, me he tenido que levantar, darle la silla e ir a otro puesto a coger otra... IGUAL.

Este capullo descerebrado, aunque se vaya a sevilla, nunca perderá su silla.

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