viernes, 23 de septiembre de 2011

Que cague la perra

Y, hasta que Parba no publique algo, no vuelvo a escribir ná en este blog, que va a parecer que la he matao pa quedarme con su clientela.

Otoño

Ya es otoño, mi estación favorita. Me gusta el ocaso, la tarde, la niebla y la soledad. Todo eso evoca el otoño, tristeza y gabardina. Habrá quien discrepe con sorna: ¿La soledad? Pues sí, otra cosa es que me gusten las mujeres, de eso no he dicho nada aún.
Mi septiembre favorito tiene muchos años, vino tras la playa con un sueño, no puedo ser más claro para no perder el norte. El otoño es el blanco y negro del año, el mundo es gris en otoño, yo nací una tarde gris, aún lo recuerdo.
Para mi, hoy es año nuevo. 
Voy a poner la nota cultural: Quiero morir como Cesar Vallejo, un jueves con aguacero. Lo de París lo dejo para otro rato.


jueves, 22 de septiembre de 2011

Al mil por mil

Hace un momento, en el arradio (¿qué pasa?), una locutora, con una voz muy dulce, discutía con un compañero suyo, en tono distendido, sobre su estado físico. Entonces ella, le dice: "Yo estoy perfectamente, estoy al mil por mil". 
¡Qué barbaridad, al mil por mil! es lo mismo que al cien por cien, claro, pero suena más fuerte. Si hubiese dicho que estaba al diecisiete por diecisiete, que también es lo mismo, tal vez le hubiesen contestado: "mujer, haz un esfuerzo, eso es poco".
Pues eso, es que soy muy gilipochas pa esas cosas.

(Lo he puesto en letra gorda pa que parezca que he escrito más)

martes, 20 de septiembre de 2011

El cartelito

Ha sido la risa, fíjate en el cartel:




No sabía muy bien cómo enfocar mi comentario jocoso, si hacerlo poniendo muchas faltas de ortografía, si decir que hay un par de palabras bien escritas, si poner también alguno que tengo por ahí...

No se puede escribir peor, qué burra. Yo diría que es una mujer.

Entonces... me acuerdo de una señora que, una vez, me preguntó en el vagón del metro en qué estación estábamos.  Se lo dije y me comento, bajando la voz: "es que no sé leer". Y no me hizo gracia, no me reí, sentí cariño por ella. ¿Por qué? Porque tenía un aspecto de mujer buena y trabajadora, que se había pasado la vida en el pueblo sin conocer otra cosa que el trabajo del campo y las labores de la casa, cuidando primero de sus padres y luego de su marido  y de sus hijos, haciendo una vida sencilla donde las letras no pintan nada. Aquella mujer no tenía culpa de su brutal analfabetismo, había sido la vida, nadie tiene derecho a reírse de una persona así.
Claro que puede ser que esa mujer me estuviese tomando el pelo o que su historia fuese menos tradicional de la que he pintado a brochazos.
A mi me da risa este cartel, pero no puedo evitar pensar en una mujer inmigrante, de mediana edad, cuya vida ha sido un calvario en el país de donde venga (sudamericano, probablemente) y tuvo que emigrar (o  la llevaron obligada) y ahora trabaja para alguien que le ha pedido que escriba ese cartel y lo ha hecho con mucho trabajo. Y lo ha escrito lo mejor que sabe y, si yo me río de ella, la veo ponerse triste y quizás llore humillada. 
Pero yo necesito reírme.
Debe ser ésta maldita enfermedad mental de la que me hablan mis expertos psicólogos.
Yo quiero pensar que ese cartelito lo ha escrito un garrulo de veinte años cuyo único motivo de vivir es el botellón del sábado, las pirulas en la disco y follarse a la Jenny. Ojalá sea así, qué mal escribes, hijo de puta.

       

jueves, 15 de septiembre de 2011

Uno de los dos tiene que morir

Estaba delante de mí, con los puños cerrados, en postura de ataque. No me dio miedo, no era el primero con el que me pegaba, aunque este tío era un monstruo. Iba a ser duro, era más grande que yo y tenía unos brazos como columnas; pero yo tenía una pistola.

Lo malo era que la puta pistola estaba bien guardadita, en la pistolera. La tenía ya cogida y a punto de sacarla cuando el armario empotrado que tenía enfrente me soltó una hostia que me lanzó hacia la pared del fondo; empecé a verlo todo rojo. Saqué la pistola y le metí tres tiros en la tripa, pero el cabrón parecía inmune, sólo se quedó parado un segundo y volvió a atizarme tres hostias como tres panes y me mató.

Suerte que había guardado la partida; la próxima vez, le pegaré con el holorrifle, a ver quien es el listo ahora.

Hola, mundo



Cuando aprendes C o JAVA (dos lenguajes informáticos, para los viejos), es tradicional empezar con un pequeño programa:


main
  {
    printf ('hola, mundo');
  }


y, cuando lo ejecutas, sale en la pantalla tu maravillosa creación:


hola, mundo


Ya podéis decir que sabéis programar, enhorabuena.