martes, 4 de octubre de 2011

La Caída

Estaba cayendo y no sabía cómo había llegado hasta allí, sólo sabía que el suelo, a muchos metros aún, se me acercaba de forma irremediable, claro, estaba cayendo, ya lo he dicho. Por si acaso no era un sueño, intenté tirar de la anilla del paracaídas, porque todo el que cae desde gran altura debe llevar un paracaídas reglamentario, si quiere vivir. Yo no tenía ni anilla, ni mochila ni paracaídas ni nada, me iba a pegar una hostia del quince. Chillar no me iba a servir de nada, así que intenté sacar un cigarrillo (ya que me iba a matar, al menos le daría la razón a los de Tabacalera), pero es muy difícil encender un mechero cuando caes a 7,8 metros por segundo (el que quiera datos exactos, que vaya a Internet). 

Justo cuando esperaba el momento de que mi cabeza se juntase con mis tobillos, perdí velocidad y me vi catapultado hacia arriba, tenía una goma atada a los pies, qué cosas. 

Es verdad, con el pedo que llevaba, no me acordaba de que fui a hacer puenting. Busqué en los bolsillos, a ver si tenía para otro viaje, no sabía si admitían tarjeta de crédito.

5 comentarios:

ოᕱᏒᎥꂅ dijo...

siempre he querido hacerlo.... esta guay?? quizás es lo que necesite en estos tiempos que estoy pasando....

Javier dijo...

Pues...
No lo he hecho nunca, la verdad, pero me gustaría.

Anónimo dijo...

Yo no llegaría viva a ver el suelo a pocos metros de mi nariz. Pero no soy nada original, a lo mío hace mucho que le pusieron nombre: vértigo!!!!

Teseo dijo...

¡Qué caída más tonta, dios!

Unknown dijo...

El puenting es para cobardes y mariconas.